EL HOMBRE DE LAS MARIONETAS, DE JOSTEIN GAARDER

No puedo recordar o saber cuántos años han pasado desde la última vez que leí al autor noruego Jostein Gaarder, conocido en todo el mundo por El mundo de Sofía, ese libro al que tantos adolescentes nos acercamos alguna vez para saber qué era la filosofía.

La realidad es que este escritor ha sido encasillado como un autor didáctico y juvenil pero su más reciente novela, el Hombre de las Marionetas, demuestra que es un autor capaz de alcanzar otros registros.

El hombre de las marionetas, coinciden algunos lectores, es un libro que habla esencialmente de la muerte. No comparto del todo esa opinión aunque buena parte de la historia se desarrolle en funerales. De hecho fue esto último lo que me motivó a leer el libro y les diré por qué: el personaje central es un hombre solitario que tiene la extraña costumbre de asistir a funerales de gente que no conoce y a inmiscuirse entre los deudos y familiares del fallecido. Y aquí lo curioso es que hace cerca de tres años yo mismo concebí una novela que recurrió a ese mismo argumento, así que encontrar tan increíble similitud en un libro de un autor reconocido me pareció irresistible. Tenía que ver qué tanto coincidía su abordaje del tema con el mío. Al final son pocos los puntos de convergencia, pero igual no deja de ser algo curioso.

El personaje de esta novela, Jakop, recuerda un poco a Peter el araña, protagonista de otro de los libros del autor: El vendedor de cuentos. Aquel personaje tenía una capacidad prodigiosa para concebir argumentos de historias, premisas, que después vendía para que otros las desarrollaran, y así, cada una de esa historias se convertían en pequeños cuentos dentro de la misma novela. Aquí, el autor recurre a la misma fórmula para ir intercalando historias, y así, cada vez que el personaje acude a un nuevo funeral, se ve obligado a contar una de estas falsas historias sobre cómo conoció al difunto y así justificar su presencia en actos tan íntimos.

Pero más allá de lo que pasa en la trama, lo interesante de esta obra y del personaje radica en los porqués de esta extraña atracción por los funerales, que además no es la única excentricidad del personaje, pues Jakop también tiene un alter ego llamado Pelle que en realidad no es mas que una marioneta –algo así como lo que sería para nosotros un ventrílocuo- a través del cual desdobla una parte de su personalidad que le sirve de apoyo para establecer lazos más afectivos.

Estamos entonces ante un solitario que no termina de hallar su lugar en el mundo y sin embargo, busca un núcleo que lo acoja, que lo acompañe; de ahí también su pasión por las etimologías. De hecho, uno de los hilos conductores de la novela es la forma en que las palabras, a través de sus etimologías, estám emparentadas unas con otras a través del tiempo y en todos los continentes, un curioso paralelismo o velada analogía sobre cómo todo en este mundo, incluidas las vidas de las personas, están –aunque no lo sepamos- relacionadas con otras; y en cómo todos somos parte de un mismo todo, y a veces lo único que hace falta para darnos cuenta, es conectar los puntos. Y cuántas veces no son las muertes de otras personas las que nos abren los ojos sobre tantos temas o nos vinculan más a otros que nunca vimos ni conocimos antes.

El hombre de las marionetas es un libro que se demora en su planteamiento y que incluso, una vez expuesto, queda algo flojo; no lo suficientemente sólido como para justificar esa demora. De pronto toda esa parte que dedica a las etimologías resulta cansada; no obstante, la hipertrofia, o desarrollo excesivo del tema, se entiende dado el mismo Jostein Gaarder es un apasionado del tema y a veces a los autores le resulta difícil hacer que eso que William Faulkner llamaba: “Kill your darlings”, es decir eliminar elementos personales favoritos que, aunque encierran cierto significado para el autor, no necesariamente añaden valor a los lectores.

Entre los elementos que tengo que destacar de este libro destaca la forma simple en que Jostein Gaarder aborda temas complejos como la trascendencia, la vida, la soledad y la muerte. También, se disfruta enormemente la ambientación de la novela, ese paisaje escandinavo que más allá de archipiélagos y fiordos, nos lleva a conocer algunas creencias, costumbres y tradiciones de esas latitudes.

No diré que es el mejor libro que he leído de este escritor. Es más, si tuviera que hacer un juicio de su literatura para adultos a partir de este libro y del Vendedor de cuentos, sin pensarlo me quedaría con sus libros juveniles, que son mucho más imaginativos, y de los cuales conservo, un agradecido recuerdo.

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