LA LARGA ESPERA

El inicio de la vida adulta implica toparse con lo que uno es en contraste con lo que de más joven uno creeía que sería a esta edad. Los sueños de grandeza del niño, así como las expectativas que padres, abuelos, tíos y demás familiares tenían de nosotros, no coinciden -o no del todo- con la vida que vamos viviendo y que para nuestra sorpresa (y aveces para nuestra insatisfacción) pocas veces va transcurriendo como más quisiéramos o como ingenuamente nos la habíamos trazado.

"¿Qué quieres ser de grande?", es lo que suele preguntársele a los niños. Algunos aventuran ya a esa edad una respuesta, otros, enmudecen y no saben qué decir. Para un niño, ser grande implica llegar a la edad del padre y ser, a su modo, lo que es el padre. Pero para ello han de pasar muchos años, y a medida que éstos van transcurriendo, lo difícil empieza a ser no solo convertirse en dicha persona, sino en saber esperar a que llegué ese día, y que una vez llegado, sepamos reconocernos y aceptarnos como los hombres o personas en que nos hemos convertido, y sentirnos satisfechos con ello.

"Pero ¿cuándo seré lo que quería, cuándo tendré lo que siempre he querido?", nos preguntamos a menudo, siempre con una dolorosa punzada que nos indica que tal vez se está haciendo demasiado tarde, o con la demoledora intuición de que tal vez nunca lo seamos.

Tal vez el secreto radique en saber contemplar nuestras propias vidas con paciencia ante la poca perspectiva que tenemos de ellas a través del tiempo. Es decir, hoy nos es imposible preveer qué nos saldrá a la vuelta de la esquina o qué nueva oportunidad o desventura nos acercará o alejará de nuestro propio modelo ideal. A diferencia de los muertos, de quienes podemos saberlo todo, nuestras biografías están en constante movimiento y no permanecen inalterables. O quizás sí, pero es solo que no lo sabemos. En lo personal , más de una vez me he sorprendido leyendo biografías de personajes más o menos célebres que al menos en lo laboral desempeñaron las más diversas actividades y fueron una cosa y otra -a veces sin ninguna relación con lo que los hizo trascender- antes de convertirse en los hombres y mujeres que hoy recordamos. Ellos, en su momento, seguramente tampoco sabían hacia dónde iban o en qué medida cada una de esas cosas en apariencia sueltas y desvinculadas, -como piezas de un rompecabezas- darían como resultado el retrato final. Mucho intervienen en las vidas los azares y la manera en que uno improvisa a partir de ellos.

De jóvenes es difícil aprender a conformarse con lo que hay y con lo que de momento va siendo solo un perfil de nosotros, tan inacabado que por momentos visualizamos y tememos ya por siempre incompleto, trunco.

"Slow down you're doing fine/You can't be everything you want to be/ Before your time", dice Billy Joel en su canción Vienna, y después añade "dream on, but don't imagine they'll all come true", como si supiera bien que no siempre todo se cumple por más margen de tiempo que concedamos a nuestras expectativas. Y sí, también es verdad que nada puede ser ni suceder antes de tiempo, antes de nuestro tiempo, pero aguantar la espera sin la certeza de si llegará o no ese tiempo, y bajo que cara lo hará cuando lo haga, es algo difícil de encajar en el día a día.

En ese sentido no queda sino envidiar un poco a la gente mayor, pues no hay ya apenas inquietudes de ese tipo que les acucien. Para ellos el tiempo venidero debe parecerles tan solo una concesión, una mera prórroga. Ellos ya no deben esperar a convertirse en lo que quisieron o soñaron. La piel que habitan es el resultado de esa batalla ya librada, y ganada o perdida es lo que hay sin posibilidad de que haya más, al menos no en esta vida.




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