Los otros protagonistas: la función de la prensa en la vida social
Obligado por mi condición laboral a leer, frecuentar, cubrir y reportear eventos de índole social, he tenido que llegar a una conclusión que le reste a esta labor editorial -más que periodística- la frivolidad que por lo general se le atribuye en algunos círculos sociales muy dados a desacreditar este tipo de publicaciones a las que consideran superfluas.
Partiendo de que la gran mayoría de todo aquello que es digno de atención mediática forma parte de una realidad a veces distante e inaccesible para los lectores, escuchas y televidentes (la política, la cultura, el espectáculo, los deportes), y de la cual, aunque puedan participar, rara vez serán parte y mucho menos protagonistas -pues su condición de espactadores los excluye- la labor de la prensa social es darle voz y presencia a ese mundo cotidiano que transcurre al margen de los "grandes temas".
La inauguración de un restaurante, la presentación de un libro, una boda, una comida o una reunión cualquiera se convierten en objeto de una nota e incluso de un reportaje cuando el tema o el acontecimiento lo ameritan, y con ello, hasta la gente más anodina cobra cierta relevancia y su presencias y quehacer en el marco de tal o cual evento es suceptible de marcar una diferenecia en el desarollo de dicho acontecer. Los amigos y familiares son entonces dignos de una foto, de un testimonio y hasta de una entrevista. Y qué sorpresa y qué satisfacción se lleva la gente cuando se ve ahi, retratada en la páginas de un periódico o de una revista (cuanto más popular y comercial mejor), y qué placer les da el que algún conocido les llame y les diga "te vi" en el periódico.
Cobra así relevancia, al menos local, la reunión a la que daba flojera asistir, o la exposición de arte de aquel a quien siempre consideramos un mero aficionado; la despedida de soltera más íntima perdura en las páginas, y la inauguración de un restaurante permanece y hasta se enmarca y se convierte entonces en un objeto de exhibición que despierta el interés de la gente, cuando no su respeto y admiración. La letra impresa tiene todavía ese poder, más allá del que se propone restarle la "tinta" digital.
Pero la mejor parte de esto es que quienes nos dedicamos a difundir el quehacer social, tenemos el placer de concederle a toda esa gente un lugar por momentos preferencial, ya sea en una esfera más local, que puede también ser nacional o internacional, según el medio y sus canales de distribución. Trasciende así lo que de otra manera no tendría importancia ni registro, tal vez por no haber sido considerado de interés para nadie. Pero en la práctica ocurre algo distinto: la gente, los lectores, con frecuencia terminan por encontrar no sólo interesante sino útil aquello que han sabido a través de las páginas sociales. No sé, un lanzamiento, un nuevo producto, un artista, un cumpleaños, un nacimiento, una despedida; algo prescindible para muchos tal vez, pero no menos que esa otra información que nos llega y que por grave o decisiva que pueda parecerle al mundo y sus gobiernos, a otros por el contrario -hay que respetarlo- les parece ajena e inútil.
Yo, cada vez que redacto algo para el contenido de mi sección, pienso en la reacción del protagonista, de ese desconocida que pronto dejará de ser tan anónimo y será digno de un encabezado. Pienso en su cara al ver su foto y su nombre impresos, o sus palabras al entererarse por algún conocido que su rostro ha salido en el periódico. Esto es lo que llena de sentido mi trabajo, o será mi labor.
Partiendo de que la gran mayoría de todo aquello que es digno de atención mediática forma parte de una realidad a veces distante e inaccesible para los lectores, escuchas y televidentes (la política, la cultura, el espectáculo, los deportes), y de la cual, aunque puedan participar, rara vez serán parte y mucho menos protagonistas -pues su condición de espactadores los excluye- la labor de la prensa social es darle voz y presencia a ese mundo cotidiano que transcurre al margen de los "grandes temas".
La inauguración de un restaurante, la presentación de un libro, una boda, una comida o una reunión cualquiera se convierten en objeto de una nota e incluso de un reportaje cuando el tema o el acontecimiento lo ameritan, y con ello, hasta la gente más anodina cobra cierta relevancia y su presencias y quehacer en el marco de tal o cual evento es suceptible de marcar una diferenecia en el desarollo de dicho acontecer. Los amigos y familiares son entonces dignos de una foto, de un testimonio y hasta de una entrevista. Y qué sorpresa y qué satisfacción se lleva la gente cuando se ve ahi, retratada en la páginas de un periódico o de una revista (cuanto más popular y comercial mejor), y qué placer les da el que algún conocido les llame y les diga "te vi" en el periódico.
Cobra así relevancia, al menos local, la reunión a la que daba flojera asistir, o la exposición de arte de aquel a quien siempre consideramos un mero aficionado; la despedida de soltera más íntima perdura en las páginas, y la inauguración de un restaurante permanece y hasta se enmarca y se convierte entonces en un objeto de exhibición que despierta el interés de la gente, cuando no su respeto y admiración. La letra impresa tiene todavía ese poder, más allá del que se propone restarle la "tinta" digital.
Pero la mejor parte de esto es que quienes nos dedicamos a difundir el quehacer social, tenemos el placer de concederle a toda esa gente un lugar por momentos preferencial, ya sea en una esfera más local, que puede también ser nacional o internacional, según el medio y sus canales de distribución. Trasciende así lo que de otra manera no tendría importancia ni registro, tal vez por no haber sido considerado de interés para nadie. Pero en la práctica ocurre algo distinto: la gente, los lectores, con frecuencia terminan por encontrar no sólo interesante sino útil aquello que han sabido a través de las páginas sociales. No sé, un lanzamiento, un nuevo producto, un artista, un cumpleaños, un nacimiento, una despedida; algo prescindible para muchos tal vez, pero no menos que esa otra información que nos llega y que por grave o decisiva que pueda parecerle al mundo y sus gobiernos, a otros por el contrario -hay que respetarlo- les parece ajena e inútil.
Yo, cada vez que redacto algo para el contenido de mi sección, pienso en la reacción del protagonista, de ese desconocida que pronto dejará de ser tan anónimo y será digno de un encabezado. Pienso en su cara al ver su foto y su nombre impresos, o sus palabras al entererarse por algún conocido que su rostro ha salido en el periódico. Esto es lo que llena de sentido mi trabajo, o será mi labor.
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