DUBLINESCA

"Una comedia negra". Eso sería en lo primero que pensaría si alguien me preguntara mi experiencia con esta novela de Enrique Vila-Matas, que entre otras cosas se ocupa de un tema muy en voga: el fin de la imprenta ante la era digital, el fin de los libros y el cierre de las editoriales. Éste último es el caso de Riba, el protagonista, quien se ve obligado a echar candado a su editorial ante la falta de demanda y ausencia de autores que valgan la pena.

Entre otras cosas, he encontrado dos que me han llamado la atención, una de ellas es el narrador que parece casi burlarse de la falta de sentido en la vida de su personaje, a quien página tras página enfrenta a la consumación de sus miedos, temores y sospechas; es sólo que lo hace casi a manera de parodia, de ahí que uno no pueda tomarse muy en serio el drama, que además se percibe -debido a las dos o tres veces que el narrador transgrede su papel y aparece- como una broma que el novelista juega a los lectroes. Quedan cabos sueltos pero no en la historia, sino en la naturaleza de esta novela metaliteraria que sorprende con sus fantasmas, reflejos y asociaciones.

Lo otro que me ha gustado ha sido la referencia al mundo literario, cinematográfico y artístico. El nombre de autores, pintores y películas pueblan las páginas del libro, y de todos queda algo que invita a asomarse a sus libros, pinturas y largometrajes. Todos, intuyo, han de compartir esa atmósfera o ese tono gris y nebuloso, solitario, que domina el ánimo del personaje e incluso el clima de las ciudades por las que transita: Barcelona, Londres y Dublín.

Con todo, he de admitir, nada mejor que la frase de Porust que Vila-Matas coló por ahí y que confirmó la gran virtud que siempre he encontrado fascinante en la literatura del francés, a saber, su capacidad para sintetizar en frases y pensamientos el sentir abstracto de las personas, ese que ni siquiera uno es capaz de explicarse a uno mismo, y mucho menos de vaciarlo al papel. En este caso alude a las expectativas no siempre cumplidas de los viajeros:


"...lo mismo que esas personas que salen de viaje para ver con sus propios ojos una ciudad deseada, imaginándose que en una cosa real se puede saborear el encanto de lo soñado."

Tenía expectativas en este libro y se han cumplido. Supongo que refleja bien, aunque haya algo de cómico en la forma, el vacío al que caería cualquier persona que en la recta final de su vida ve desaparecer -sin poder hacer nada al respecto- todo por lo que trabajó con pasión, fe y esfuerzo; y lo peor de todo, sin haber conseguido de ello lo único que tal vez quería.

La mente permanentemente abstraída, el descuido personal, el olvido del cónyugue, la sombra de un alcoholismo ya superado y la acechante muerte son el retrato de lo que espera a no pocos de nosotros, en especial, a aquellos que como el personaje de Vila-Matas somos dados a leer nuestra propia vida como una obra literaria, y por lo mismo, tan dados a distorsionarla e interpretarla, sin llegar necesariamente a nada.

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