LA SILLA

Una buena amiga del trabajo, quien me conoce y a quien le confío cosas íntimas ocasionalmente, me dijo el otro día que había soñado conmigo, y que el sueño la había dejado angustiada, inquieta, y que -según una arraigada creencia- me lo contaría para evitar que se hiciera realidad.

El sueño era más o menos el siguiente.

Estábamos en una casa, (¿mi casa, la suya?) y yo, sentado, lloraba enloquecido por algo que ella no alcanzaba a comprender, hasta que finalmente entendía que mi novia -de quien ella ha estado al corriente desde que empezamos la relación- me había dejado. "Me dejó, me dejó", decía yo, como si no pudiera no pudiera creerlo, y con ese gesto espantoso de quien es víctima de algo que rebasa la razón. 
Ella, me platica, lo único que hacía era preguntarme que por qué, cuál era el motivo, pero yo, sólo decía "No sé, no sé".

Era entonces cuando ella se daba cuenta de que yo estaba en una silla de ruedas.

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