SUBESTIMAR EL TIEMPO
Es increíble lo que a nivel biográfico
cabe a lo largo del tiempo, lo que uno puede llegar a ser y en lo que se
va convirtiendo a través de los años. Y sin embargo uno tiende a
subestimar el tiempo y su efecto sobre nosotros; las posibilidades y
oportunidades que nos brinda y de las cuales va dependiendo la
construcción de aquello que nos define.
Más
de una vez he pensado, cuando me he sentido presa del presente, que
quizás el futuro no aguarde nada especial, ningún giro inesperado que me
convierta en algo distinto de aquel que se ha venido perfilando a
partir de mi pasado y de mi presente. Ignorante siempre de aquello que
me aguarda al cruzar la calle, al abrir una puerta o pisar un
determinado lugar -y también, claro, a falta de imaginación o
creatividad- tiendo a subestimar lo no sucedido, como si por el siemple
hecho de no haber ocurrido la posibilidad de que ocurriese estuviera ya
permanentemente censurada. Produce esto en mí un ánimo fatalista que
dura hasta que ocurre algo inesperado que me hace pensar en que dar lo
bueno y lo malo por sentado es una forma de desafiar la vida y de
subestimar la capacidad del tiempo de abracarlo todo, sobre todo aquello
que no prevemos.
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