Fin y nueva promesa

Son ya tres años de que Javier Marías pusiera punto final a su obra Tu rostro mañana, con el tercer y último volumen titulado Veneno y sombra y adiós. Serán entonces también tres años desde que lo comprara en Perisur, en la hoy desaparcida librería "Súper Libros", la cual por cierto se ha mudado a Cuernavaca, para el pesar de los capitalinos que encontrábamos con Luis Amaro siempre un título o una exportación de interés.

Durante todo este tiempo no quise leer el libro sabiendo que durante algunos años (el tiempo que se tardara en publicar algo más, y en su momento advirtió que tal vez abandonaría la novela), sería lo último que podría serme nuevo y desconocido de él, de Marías.
Ahora, y tras haber ya publicado su nuevo libro (y haberme renovado la novedad y promesa) "Los enamoramientos", decidí también yo terminar con ese novela larga que empecé a leer hace casi ya diez años, con ese primer volumen "Fiebre y lanza".

Así que la lectura ha terminado y he de decir que ha sido una de las experiencia literarias más enriquecedoras a las que he tenido acceso. Sobre todo este tercer volumen -quizás el mejor de los tres- me ha dejado, al haberlo cerrado, una sensación algo melancólica y de honda tristeza por la pérdida de ese mundo narrativo que durante muchos años -mientras terminaba- estuvo suspendido, pero activo en mis pensamientos.

Javier Marías aborda en esta historia -que es, inclusive más que eso, más que una historia, una larga reflexión- las consecuencias del hablar y el callar (como en Corazón tan blanco un poco, pero aquí más, con más hondura), y la importancia de la palabra y su irremediable distorsión a través del tiempo, y a través de las vidas de quienes la han escuchado, pronunciado o callado en algún momento o circusntancia.

Es también, desde luego, un mirada a nuestras posibilidades ocultas, es decir, a nuestros posibles "yos", que están ahí, a la espera de enfrentarse a una situación inesperada que los desate y entonces nos sorprendan y nos hagan ver que somos algo que no éramos, o más bien, que siempre hemos sido, pero que no lo sabíamos. Nuestros rostros mañana, "Tu rostro mañana", el del protagonista y el de su esposa, el de casi todos los personajes, y el nuestro, el de nosotros como lectores que al terminar la novela  no podemos más que preguntarnos: ¿de qué seré capaz mañana, que ni hoy ni nunca antes he sido, o no me he considerado?. Supongo que Marías tiene razón, todos llevamos nuestras posibilidades en las venas, y todo lo que somos o seremos, ha estado ahí desde el principio. Es solo cuestión de tiempo.

La novela está dedicada a Julián Marías, su padre, y a Sir Peter Russell, su gran amigo y mentor, ambos, figuras conmovedoras, esenciales y  fácilmente reconocibles en la novela. Ninguno de los dos pudo terminar de leer el libro, la muerte se los llevó antes, como ocurrió también en la ficción de las páginas de esta novela.



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