FOTOGRAFIAR LA FELICIDAD


El museo Franz Mayer albergará, hasta el 17 de Julio, la muestra de la World Press Photo. No sorprende que en esta edición, de las nueve imágenes ganadoras en las categorías individuales, solo dos de ellas (Deportes y Naturaleza) no den testimonio de alguna realidad triste, violenta y en un par de casos, desgarradora. En los rubros de Noticias Generales, Noticias de Actualidad, Gente en las Noticias, Asuntos Contemporáneos, y Arte y Entretenimiento, las imágenes son, cuando no agresivas, desoladoras. La Foto del Año, salida de la categoría Retrato, de la sudafricana Jodi Bieber, sintetiza con elegancia, pero con frialdad, los horrores que figuran en todas las anteriores.
En dicha imagen se aprecia en primer plano a Bibi Aisha, de apenas 18 años de edad, quien sufrió la amputación de nariz y orejas a manos de su marido, después de haber intentado huir de sus frecuentes maltratos.

Si una de las funciones del periodismo, o en este caso, del fotoperiodismo es retratar una realidad y dar cuenta de ella al resto del mundo, no puede dejar de ser significativo el hecho de que de 108 mil 59 fotografías tomadas por 5 mil 847 fotógrafos de 125 países, siete de las nueve ganadoras -más allá del mérito técnico y estético que puedan tener- excluyan por completo y casi por norma, cualquier asomo de felicidad.

Al entrar en contacto con este material, es imposible sustraerse a la pregunta: ¿es realmente el mundo un lugar tan miserable?; seguro que sí, pero no es solo eso. Hay algo en nuestra naturaleza que se recrea en la contemplación de estas imágenes, pues en nuestra calidad de espectadores hemos aprendido a ver, sobre todo en los lugares marcados por la pobreza y la guerra, una belleza (la que se oculta en cada realidad desconocida) falsa y mentirosa que no es sino la cara cruel de una realidad que estigma a quienes deben lidiar con ella y sin alternativa, día tras día.

El valor periodístico de estas fotografías es incuestionable sobre todo por el testimonio que las acompaña, por la labor, por el arrojo y la tenacidad del fotógrao por obtener una imagen que sea capaz de capturar, en un solo instante, algo tan revelador y elocuente. Sin embargo, sigue habiendo algo llamativo en el hecho de que la mirada de todos estos fotógrafos, profesionales o no, se haya posado en la tragedia humana y casi nunca en su contraparte. Tal vez sea que a la felicidad se le considere unidimensional, plana y aburrida. "La dicha en estado puro parece un remedio de farmacia, un jarabe demasiado simple", se ha escrito por ahí;  pero la felicidad absoluta es tan única, tan espontánea y tan rara, y sobre todo, tan fugaz, que asistir a una de sus manifestaciones -no ya digamos experimentarla- y capturarla a través del obturador, debería de ser tan digno de buscarse y mostrarse al mundo como la pobreza, la angustia y la deseperanza que transmiten las fotos de la exposición.

En los tiempos que corren, sobre todo en países como México, a diario violentado por el crimen, la ausencia de noticias alentadoras ha convertido los espacios informativos en verdaderas galerías del horror que paulatinamente han ido convenciendo a la gente de que el mundo es, de hecho y como nos los temíamos, un lugar agresivo, violento y amenzador. La idea del mal como un cáncer social y colectivo ha ido ganando terreno y se ha colado también a la esfera de lo individual; es duro manetener vivas las esperanzas o al alza las expectativas; toda ilusión tiende a parecer ingenua a la luz de los acontecimientos que refieren estos periodistas de la lente.

Independientemente de que la felicidad pura y absoluta, y sobre todo duradera, sea por norma o convención solcial algo más propio de las ficciones y las fantasía que del mundo real o de la vida cotidiana, no deja de ser sintomático que cada vez sea más raro ver imágenes que hablen de ella o que al menos sugieran la posibilidad de su existencia.

En este contexto y en el marco de sus 125 años de existencia, Coca-Cola, como parte de su más reciente campaña publicitaria ha lanzado un libro y una aplicación para dispositivos móviles llamada "125 razones para creer en un mundo mejor", en la que a través de estadísticas obtenidas durante una investigación realizada en el 2010,  busca contrarrestar el consenso universal de que el mundo es un lugar marcado por las desgracias, las crisis, la muerte, la hambruna y sobre todo, la mala voluntad y la falta de fe.
"Eventos trágicos ocurren día tras días, hora tras hora. Sin embargo, también es cierto que en cada instante se pueden encontrar muchísimas cosas buenas y personas con voluntad de cambio que nos inspiran a seguir adelante. Sólo tenemos que estar dispuestos a verlas", plantea el prólogo.

El esfuerzo de la marca se traduce en un compendio sobre las acciones, sentimientos y creencias colectivas e individuales que hablan de la natural tendencia de los individuos, de los gobiernos y de las instituciones a actuar por el bien común y a buscar la plenitud aún en medio de los males y las tribulaciones. En el número 47 de la lista, por ejemplo, dice:  "El poder de la felicidad, la fuerza personal y la autoconciencia son conceptos que han hecho que el curso 'Psicología positiva' sea el más popular de la Universidad de Harvard." En este mismo sentido, el número 37 asegura que "según las estadísticas, los países más felices no son los más ricos." Sobre esto también hablaba Juan Villoro en su columa "La miseria feliz" publicada en el periódico REFORMA, en la cual explicaba que de acuerdo a a la agencia Gallup -que cada año se da a la tarea de valorar los índices de optimismo y pesimismo en el mundo- la alegría estuvo, una vez más, del lado de los países más pobres. Liderando la lista estaba Nigeria, seguida de Vietnam y Ghana. En relación directa con esto,  Martín Caparrós, en su libro Contra el Cambio, escribió que en el caso de Nigeria, la alegría no es resultado de una vida satisfecha, sino de la promesa de que la vida es posible. 

Mucho se busca convencer a las sociedades de los horrores que existen más allá de sus linderos o a tan solo a unos pasos de sus hogares; con ello se busca "concientizar" (es la palabra favorita), es decir, hacernos conscientes del dolor ajeno, y convertirnos en espectadores silenciosos y pasivos de algo que no podemos cambiar, pero que sí puede cambiarnos, alterarnos. Si el discurso último de todo esto es hacernos ver que hay males peores y desdichas superiores a las que uno le atañen directamente, y encontrar en ello consuelo o fuerza para seguir, valdría más que alguien se acordara de mostrarnos en imágenes que esa felicidad de la que se habla realmente es posible.

 Si el fotógrafo que hoy se alza como ganador en la categoría de Asuntos Contemporáneos -mostrándonos una imagen que remite a la crisis alimentaria en África- pudiera voltear a Nigeria, también en África, y darnos pruebas físicas de por qué se considera la nación más feliz del mundo, creo que tendríamos un balance más justo, y ciertamente más esperanzador, porque si bien a la gente se le busca informar y convencer de la existencia de las crisis humanitarias, es un hecho que también y cada vez más, necesita que le convenzan de lo contrario: de que aun en medio de las carencias y de la mala voluntad que hace arder pueblos, los destellos de felicidad también son posibles. Claro que encontrarlos no debe ser cosa fácil, de ahí el valor periodístico, de ahí el deseo y propuesta de fotografiar la felicidad.

http://www.worldpressphoto.org/

Comentarios

Rosamaría ha dicho que…
Lo que creo que hace felices a las personas que viven en los países donde más tragedias suceden... es que las personas aprender a valorar lo importante de la vida, como el amor, la comprensión, la ayuda al prójimo, el hacer felices a los demás. Al estar constantemente expuestos a dolor y a la tragedia, te das cuenta que solo puedes dar lo mejor de ti y ser feliz hoy... porque puede no existir un mañana.
Rosamaría

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