El IMPERCEPTIBLE INSTANTE

Acabo de leer "On Chesil Beach" de Ian McEwan, una novela corta y un poco menor en comparación a otras de su autoría. Como sea, la historia de sus personajes me ha hecho calibrar con mayor detenimiento y gravedad la capacidad que tienen los instantes -esos fragmentos tan limitados en el tiempo y en la existencia- para alterar el rumbo y el destino de las parejas, y por lo mismo, de los individuos.

Desde luego que esto puede ser para bien, pero en este caso se trata de lo contrario,  de lo que precisamente se deja de hacer, o se deja pasar y se deja ir por no haber podido entender la ingenuidad de esos instantes en los que todo parece irremediable y en los que se toman las decisiones que más tarde, ya en el silencio y la soledad, hubiéramos preferido no haber tomado.

A veces tan sólo se trata de saber esperar y de no tener en tanta consideración una u otra palabra dicha al fragor de la tempestad; pero eso sólo puede saberse desde la distancia. He ahí la contradicción y maldición, la de no saber qué es lo mejor hasta no haber tomado esa distancia que irremediablemente separa y aleja.

"No era tan malo, pude haber esperado, debí haber comprendido", se piensa tarde o temprano. Y entonces se añora el pasado y se observa bajo la lupa el instante aquel en el que todo se decidió y después del cual nada fue nunca más igual. Todo contenido en unos minutos gobernados por el miedo y las presiones que ni siquiera son siempre nuestras como sí lo son los sentimientos limpios, simples y puros que seguramante nos habrían mantenido unidos y a salvo, una vez que ese instante hubiera pasado.

 





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