HUGO CABRET: EL INDIVIDUO Y SU MUNDO

La reciente película de Martin Scorsese, Hugo Cabret, cuenta, entre otras cosas, la historia de un niño huérfano que por circunstancias ajenas a su voluntad se ve obligado a vivir entre las paredes de una gigantesca estación de trenes de París.

Ese espacio constituye su único universo y es ahí en donde su rutina encuentra acomodo, así como la de tantos otros lo encuentra en los corporativos, en las calles, en el hogar, en la familia, etcétera. Pero para Hugo -al menos al principio de la historia- todo se reduce a lo que sucede entre esas paredes: a la florista y al simpático vigilante que la corteja; a la señora que todos los días se sienta afuera de la cafetería con su perro a esperar el amor; al hombre serio y apagado que ve pasar la vida tras el mostrador de una pequeña juguetería; a la niña que le sonríe desde lejos, a la librería, a los trenes que entran y salen de la estación, y los rostros anónimos que suben y bajan de esos vagones.

Lo conmovedor es la manera en la que él, desde su soledad, contempla el esplendoroso París que gira como una gran rueda de la que él es tan sólo un pequeño engranaje. Un mundo enorme e inabarcable del cual, lejos de sentirse excluído, sabe que constituye pieza fundamental para que siga girando. Digamos que esa enormidad le obliga a tomar conciencia del lugar que ocupa dentro de ese mundo y del papel que desde su individualidad debe o debería jugar. "Todos tenemos un propósito en la vida" dice el personaje; "por algo estamos aquí".

 Al final, todo aquello que contribuye a configurar su historia, si bien se mira, ya estaba ahí desde el principio, y lo que es mejor, dentro de esa estación de trenes. Todo era cuestión de que, así como en esos libros de iluminar de la infancia, un punto se uniera con el otro para que la imagen adquiriera vida y sentido.

Supongo que a veces es difícil saber dónde encajar cuando la vida se vuelve tan pública y cada hecho por aisaldo que parezca cobra tintes universales. A veces deberíamos ser tan observadores como Hugo, tan capaces como él de encontrar en los detalles de su pequeño mundo la llave que dé sentido a nuestras vidas y nos acerque a esa tabla de salvación para escapar de la vorágine que es el devenir del universo. Todo radica en centrar nuestras ambiciones en hacer lo que nos toca, y no dejarse abrumar por el ruido que tanto nos distrae de las cosas que importan; de esos puntos que sabiéndolos unir, pueden poner en marcha cosas extraordinarias.

Comentarios

Entradas populares