PENSAR EN EL AUTOBÚS

He escuchado a ciertos autores lamentarse por cómo los dispositivos móviles han marginado aquellos momentos que se tenían para pensar en las "musarañas"; esos espacios a veces breves y a solas a los que nos obligan el traslado de un lugar a otro, la regadera,  los momentos previos al sueño o cualquier otro que se asemeje.

La razón de la queja o lamento provenía de que ese tiempo que suele considerarse "perdido", puede resultar de lo más fértil para el pensamiento, para estar a solas con la voz interna y darnos cuenta de algo que no habíamos descubierto:  una solución, una alternativa o posibilidad; también para concebir una idea o simplemente para estar en paz y cavilar sobre el ocioso devenir del mundo.

Recuerdo que hace unos años viajé en autobús a Cancún, desde la Ciudad de México. En voz de quien me vendió el boleto, las veinticuatro horas de trayecto parecían pesar como una condena o una advertencia para muchos. Para mí en cambio, resultaban todo un alivio. Era precisamente eso lo que buscaba, soledad y movimiento, tiempo para estar en silencio y pensar sobre una cuestión que en aquel entonces emproblemaba mi vida. Tenía, sí, la aternativa de viajar en avión, pero aún así elegí el autobús.

Desde hace unos meses ADO, la cadena de autobuses, lanzó una campaña publicitaria que apela precisamente a este aspecto, a este valor hasta ahora tácito de viajar en camión (en Europa están por supuesto los trenes, la mejor forma de viajar, al menos en mi opinión), a saber: el de tener tiempo para pensar. "¿Tienes algo que pensar?, piénsalo abordo de un ADO", dice el slogan o frase que respalda las imágenes en televisión y exteriores, y supongo que también en impresos, si es que los hay.

Tal vez no sea algo en lo que todo mundo repare al viajar en autobús, pero estoy seguro de que mucha gente se habrá sentido identificada al "verse" abordo de un camión, pensando irremediablemente en "algo" en lo que tal vez nunca hubiera pensado en otro momento, o tal vez sí, aunque de otro modo, pues a esto hay que añadirle el encanto de viajar por tierra, y ser conscientes -y no como pasa en un avión- de la distancia y de todo lo que va dejando uno atrás a medida que se aleja de su origen (siempre hay algo nostálgico en dejar un lugar, aunque sea temporalmente).

Además de ese mérito -el de haber dado con ese "insight"- a los responsables de la campaña publicitaria hay que apaludirles la valentía de haber hecho algo que hoy ya casi nadie se atreve a hacer a nivel masivo, tal vez por resultar impopular, o demasiado retrógrada para vender un producto o servicio: invitar a la gente a pensar y a ser conscientes de ello.

Como sea, sigue habiendo de todo. Mi hermano el otro día me dijo -seguramente para molestia de aquellos escritores-, que él estaría dispuesto a hacer ese mismo viaje (Cancún-Ciudad de México), siempre y cuando su iPad y/o iPod tuvieran suficiente pila.

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