CERTEZAS VIRTUALES
Algo mal debe
andar en un mundo en el que las relaciones se han vuelto frágiles y proclives
al divorcio y la separación, pero proliferan los sitios web que propician el
encuentro de personas en busca de una relación.
Viviendo rodeados
de gente en el trabajo y las calles, resulta irónico que seamos incapaces
establecer relaciones sentimentales e incluso sexuales con personas afines, y
que debamos recurrir al mundo virtual para buscar en una base de datos un
rostro anónimo que nos inspire.
En cierta forma estos espacios son un facilitador de algo que siempre cuesta trabajo establecer al principio de una relación, sobre todo cuando aún priva la incertidumbre: que hay un interés más allá del que entraña una amistad. La dificultad de esto no radica sólo en el arrojo que se necesita para planteárselo a la otra persona sin la certeza de si él o ella comparte dicho interés. La verdadera barrera a vencer es el miedo a ser rechazado o descartado de antemano solo por haber aventurado un sentimiento incompatible con la otra persona, que muchas veces crece imperceptible y ajeno a la voluntad de uno u otro.
Las páginas de
Internet que se dedican a esto obvian esa primera etapa, pues queda claro que
nadie acudiría a ellas si no buscara una pareja o compañía sentimental.
El interés muto
queda entonces establecido desde el principio. Ya no es necesario llegar a él a
través del coqueteo; todo se convierte en mero trámite y lo único que queda es
hacer una valoración del otro y esperar que se acerque lo más posible a lo
anticipado. Todo se reduce pues a una expectativa que -al igual que en las relaciones que empiezan sin ninguna
plataforma virtual de por medio- no siempre queda satisfecha.
Es un error creer que por el simple hecho de que uno pueda elegir en un ambiente controlado y ¨propicio” a la persona con la que se quiere salir todo será más o menos satisfactorio. Es decir, al uno postularse y otro aceptar una cita o un encuentro desde un anonimato taimado, crece en ambos una falsa idea de control sobre lo que ha de venir. Y si las cosas no resultan conforme a lo esperado, siempre hay más usuarios a los cuales recurrir y “seducir”.
Es un error creer que por el simple hecho de que uno pueda elegir en un ambiente controlado y ¨propicio” a la persona con la que se quiere salir todo será más o menos satisfactorio. Es decir, al uno postularse y otro aceptar una cita o un encuentro desde un anonimato taimado, crece en ambos una falsa idea de control sobre lo que ha de venir. Y si las cosas no resultan conforme a lo esperado, siempre hay más usuarios a los cuales recurrir y “seducir”.
En algunos
casos, de antemano se dan a conocer intereses, gustos y aficiones de éstos; eso
ayuda a filtrar la información para que al final el resultado sea lo más
aproximado a lo que se busca. Así como cuando uno entra a una página de
restaurantes y debe elegir el tipo el tipo de comida, zona y rango de precios,
de igual modo estas páginas trivializan la información y la convierten en un
perfil.
Parece entonces
que lo que la gente busca en esos sitios son certezas a priori, y acotar al
máximo el margen de riesgo; eliminar de entrada todo eso que no puede medirse
ni cuantificarse en una relación que se daría de forma espontánea y natural, y
en el que al principio flota –y debe flotar- una sana incertidumbre sobre lo
que vendrá y sobre lo que hay que ir haciendo para ahuyentar ese fantasma, y
acortar la distancia entre dos mundos que están descubriendo sus diferencias y
afinidades.
Es curioso, las
parejas rompen y derriban lo construido a lo largo de años, pero al final
prevalece el miedo a la soledad y recurren a lugares virtuales para buscar
aquello que perdieron o dejaron ir, sin entender que el éxito no radica en
buscar afinidades en rostros anónimos, sino en construir certidumbres dejando
de lado los prejuicios, y valorando lo que se ha conquistado, no en el terreno
de lo virtual y mucho menos en el de las ilusiones, sino en el real, que es
siempre el único que cuenta y el único en donde en realidad se escriben las
historias.
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