TABLA DE SALVACIÓN

Hace ya algunos años, cuando Gabriel García Márquez publicó Vivir para contarla, advertía sobre el hecho de que la "vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda para contarla". Y es bajo esta misma premisa que todos, a nuestra manera, nos permitirmos aderezar y editar nuestras propias vidas; mentir y lo que es más, mentirnos acerca de ellas. La ficción autobiográfica es quizás una de las formas más comunes de auto-engaño, sobre todo aquella en la que el recuerdo distorsionado por el efecto del tiempo no interfiere en lo absoluto en lo que uno cuenta, sino que la mentira proviene conscientemente del sujeto con un fin en particular.

La adaptación de Ang Lee de la novela de Yann Martel, Life of pi (ganadora del Man Booker Prize) explora este tema de un modo inesperado que revela hasta qué punto la ficción puede llegar a ser una tabla de salvación y una manera de transformar lo ordinario en extraordinario.

Para quienes no hayan visto la película o leído el libro, básteles con saber que un niño de 16 años sobrevive a un naufragio y queda  a la deriva en un pequeño bote en el que le acompañan una cebra, una hiena, un oragnuntan, y Richard Parker, un tigre de bengala. Sin llegar a ser una fábula, la historia está salpicada de reflexiones en torno a Dios y la religión.

La creencia en un ser superior y los cuestionamientos del niño en torno a dicha creencia son lo que le da la fortaleza para resistir el naufragio, sin embargo, es la forma en la que elige vivirlo y contárselo a sí mismo, lo que -quizás sin que él mismo lo sepa- le ayudará más que cualquier otra cosa a mantenerse con vida y convertir su desventura en una historia literalmente increíble. La vida de Pi nos sitúa frente a la disyuntiva de creer en la verdad simple y llana de lo que se ofrece desnudo a nuestros ojos, o en lo que uno elige ver en esa misma simpleza, sin importar si coincide o no con la realidad.

Al final es el ingenio humano y la forma en la que éste logra yuxtaponrse a la realidad lo que da vida a los increíbles escenarios tras los que se oculta, discreta, una tragedia mucho más convencional que -como todas aquellas en las que participan seres humanos- no está excenta de pérdida, dolor, muerte y violencia; todo a causa de algo que no nos distingue mucho de Richard Parker y del resto de los animales a bordo: el instinto de supervivencia. 

Yann Martel ha escrito una aventura que pone de relieve el poder de la ficción en aquellos casos en los que la realidad nos traiciona y nos deja a la deriva y sin respuestas. La película que está ahora en cartelera es una adaptación fiel  a la que vale la pena asomarse sin rodeos. 



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