EL ÚNICO HABITANTE

El otro día manejaba por Tlalpan, no recuerdo exactamente la hora. Debían ser por ahí de las siete de la noche cuando pasé a lado de las torres de Grand Coyoacán y en una de ellas -la más visible desde la avenida- alcancé a ver la luz encendida de uno solo de los departamentos. Todo lo demás permanecía a obscuras y no solo eso, sino que me dio la impresión de que el resto de la torre estaba aún deshabitado, aún en espera de los nuevos inquilinos; por lo tanto ese único habitante debía estar a la espera de sus nuevos vecinos.

La idea de una sola persona viviendo en un edificio en obra gris me pareció inquietante. Estos desarrollos, como todos, están hechos para ser habitados, pero siempre hay un tiempo en el que ya después de haber sido terminados permanecen semi vacíos mientras terminan de venderse o en lo que la gente finalmente se decide ir a vivir a ellos.

Me quedé pensando en la sensación de soledad y aislamiento que debían provocarle a aquel habitante los pisos vacíos y silenciosos, los elevadores siempre estáticos donde él los haya dejado, el estacionamiento desierto y, por las noches, la obscuridad engulléndo su única luz, encendida como si fuera el último bastión de defensa (un refugio) contra toda esa mole inerte y sin vida. Un escondite en las entrañas del mismo monstruo.

Comentarios

NTQVCA ha dicho que…
¿Y si la percepción del que ahí vive es de confort? Más como su refugio, su perfecto escondite

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