CALZADO DEPORTIVO

Hay una diferencia radical entre aquellas cosas que uno sabe que puede hacer, aquellas que uno cree que podría hacer, y las que ciertos artículos o productos nos hacen creer que podemos hacer y ser.

Uno de los efectos de la publicidad ( no sé si una de sus funciones) es precisamente hacerle creer a la gente que a través del producto o servicio publicitado uno podrá ser y hacer algo más de lo que sería o haría sin dicho producto o servicio.

Uno de los casos más palpables es el de los tenis deportivos. Hace falta asomarse a un gimansio para deslumbrar la pupila con los brillantes colores y diseños aerodinámicos que calzan la mayoría de quienes van sobre todo a los clubes de lujo. A simple vista casi parece un requisito llevar alguno de los modelos más recientes de cualquiera de las marcas más conocidas. Son raros los que van con un par de tenis blancos y sobrios como los que solían bastar cuando lo único que importaba era la comodidad durante la actividad física. 

Hoy, otros factores se han interpuesto entre el pie y la duela, la pista o la cancha. El desempeño individual en tal o cual deporte parace depender del tenis correcto, de la pisada perfecta. Todo eso lo ofrecen las zapatillas deportivas, y cada nuevo modelo o edición ofrece algo nuevo que su antecesor no solo no ofrecía sino que no contemplaba. La tecnología que hay en esas suelas estrambóticas llenas de aire y formas caprichosas parece permear como por ósmosis al pie y al individuo y repercutir en la forma en la que las personas creen hacer el ejercicio. 

Pero en realidad todo tiene mucho más que ver con la actitud que uno adopta frente al ejercicio a partir de unos tenis nuevos que lo que realmente puedan hacer éstos por nosotros y nuestro desempeño. A lo sumo son un motivador importante que inyecta entusiasmo y provee comodidad, aunque hay veces que ni siquiera cumplen con ese requisito mínimo. La velocidad, la ligereza y la agilidad nada tienen que ver con ellos y en términos reales es poco lo que pueden hacer por uno.

Quienes están dispuestos a invertir dos mil o tres mil pesos en un par de tenis nuevos no toman en cuenta todas estas consideraciones, sino que entienden la compra como algo necesario para empezar con el pie derecho con la actividad deportiva o como una manera de tomarselo más en serio: "puesto que lo haré, necesito equiparme con lo mejor". Pero lo mejor no siempre resulta ser el modelo que más miradas atrae o que más cuesta, sino aquel que mejor se acopla a nuestras necesidades. Y en esos casos resulta decepcionante ver que lo mejor o más recomendado para uno, no es el modelo que más nos gustaba. En ese sentido, los zapatos deportivos se han convertido en un accesorio que adorna al deportista y le confiere superflua personalidad. 

Por si fuera poco, de un tiempo para acá el "bare foot running" ha vuelto a hacerse presente entre algunos corredores y ha empezado a ganar adeptos. Si bien es improbable que su práctica se vuelva masiva (los disuasores son muchos. El hombre civilizado se ha desacostumbrado al contacto directo con el piso y el riesgo de cortes y raspones es alto, además de que pisar sobre superficies rugosas, irregulares y calientes debe ser incómodo), es interesante asomarse y enterarse de que "aquellos que saben" aseguran que correr descalzos reduce significativamemte el riesgo de contraer lesiones y padecimientos crónicos en las articulaciones como los que paradójicamente padecen tan a menudo los corredores. Curioso, si se piensa que el objeto de usar tenis para correr es precisamente ese: evitar lesiones. 

Los tenis para correr son sobre todo, y ante todo, una industria que mueve masas y genera ingresos. Sin embargo, en un gimnasio o en un pista, no garantizan nada más allá de confort psicológico y una fuerte dosis de vanidad y estilo. Son aquello que nos da personalidad y nos distingue de los demás, de ahí que haya quienes procuren el color más brillante y llamativo, independientemente de que sus metas y logros deportivos queden a la deriva, atrapados en esa promesa de hule, tela y plástico.

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