LA CATARSIS DE CLAUDIO MAGRIS

El catedrático Claudio Magris se convirtió recientemente en centro de atención por el premio FIL de Literatura que recibió hace unos días en dicha feria. De hecho, la editorial Sexto Piso publicó en esos mismos días su libro El Conde y otros relatos, el cual no he tenido oportunidad de leer. Curiosamente en ese entonces leía yo otro de sus libros más breves pero también más biográficos "Así que usted Comprenderá". Llegué a él solo después de haber descubierto la agudeza de su mirada y el alcance de sus reflexiones en otro libro suyo, El Infinito viajar, que reúne ensayos y crónicas de viaje.

En "Así que usted Comprenderá", un libro de apenas 53 páginas, el autor aborda de lleno la muerte de su esposa, la cual aparece en este texto convertida en una Eurídice que a través de un monólogo cargado de simbolismos y referencias a la mitología griega, se disculpa ante una instancia superior a quien llama el Presidente (¿Dios? ¿el creador?), por no haber aceptado el permiso o concesión que su marido había conseguido para que ella regresara al mundo de los vivos.  
El giro que da Magris al clásico mito órfico radica en que esta vez no es por una negligencia del héroe (Orfeo o el esposo en este caso) que la mujer deba permanecer en ese lugar, sino más bien se debe a que ella -casi en el umbral- decide no seguir a su esposo, quien ha bajado hasta ahí para recuperarla. La respuesta al por qué no lo hace llega solo en las últimas páginas y el efecto es a la vez desconcertante, bello y doloroso.
No es tanto porque ahí donde está -en una falsa "Casa de reposo" que hace las veces del Hades- no extrañe su vida en la Tierra o a su marido, un escritor como el mismo Magris. No, si ella decide no volver es solo para no decepcionarlo, para no tener que revelarle lo que él -como artífice que busca plasmar la esencia de la vida a través de las palabras-  querría averiguar al tenerla de vuelta: ¿Qué hay después de la muerte? 
"Cómo decirle -se pregunta ella- que, aquí adentro, aparte de la luz mucho más tenue, es como allí afuera? Que estamos detrás del espejo, pero que ese reverso es él también un espejo, igual que el otro". En síntesis, que no hay nada. Solo un enorme sinsentido, un vacío y un eterno letargo. Y entonces de qué le serviría al poeta el regreso de su musa sin poder obtener de ella una respuesta que dé sentido a su vida, a la vida; de paso -considera ella- le arrebataría el dolor de la pérdida ya convertida en instrumento de inspiración.

Con independencia del proceso catártico del autor, lo verdaderamente conmovedor es la manera en que Claudio Magris reconoce -con profundo amor y sin la menor reserva- el papel salvador de la mujer en la vida del hombre; la complementariedad, además del soporte físico y moral que era ella para él; para un Magris que se desdobla ante el lector primero como un esposo titubeante, temeroso, torpe en la cama, como un hombre doméstico; y también, claro, como ese rey, ese poeta que encarna en la gran figura intelectual que es el autor, pero que tampoco podría haber sido sin ella.
El sentimiento es bien correspondido por su Eurídice, pues su renuncia a cruzar las puertas no responde a otro deseo que el de preservarlo a él del daño que le causaría la decepción de saber que tras la muerte no hay misterio ni mística; nada de eso que nos alimenta a los vivos y nos consuela cuando nuestro propio transcurso se nos antoja efímero y carente razón y sentido.

Al final, y quizás en un plano más personal para el autor, el verdadero vacío, silencio y obscuridad a los que alude en el monólogo (a veces es difícil recordar que es él quien escribe y no su esposa desde la muerte), no sean más que la transfiguración de su propio dolor, el real, el de su pérdida, solo que visto a través de este espejo que es la Literatura, desde la que tantas veces nos tratamos de explicar aquellas cosas que -para nuestra inmensa dicha- no tendrán nunca una respuesta, más que la que nosotros mismos nos queramos contar. 

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