TARDE DE LLUVIA CON PAN

Tarde lluviosa en una cafetería. Tarde de viernes y la gente entra alborozada en busca de una mesa en la que instalarse para ver llegar la tardía noche de verano; una mesa para charlar a gusto, en compañía, bien abrigada; con rebozos las señoras mayores, con chamarras y suéteres y chales que los 
cobijen del frío, de la humedad. 

Piden café, café con leche también  y todos sin excepción, una pieza de pan que con solo verla en sus platos les hace sonreír como si en su aroma y cualidad esponjosa, mate o brillante, hallaran algo reconfortante con lo que poner atrás, por unos momentos -quizás por el resto de la tarde o del fin de semana- las tribulaciones del día, de la vida. 

Esa pieza de pan, con un trago del café humeante representa una bteve promesa, una recompensa, una celebración y también un consuelo que, a diferencia de tAntos bienes y difrutes vedados a la mayoría, este es bondadoso por universal y accesible. 



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