CIEN AÑOS DE SOLEDAD: ENIGMÁTICA Y POÉTICA
A través del Librominuto me he
propuesto hablar sobre lo que desde mi punto de vista son los grandes temas de
las novelas, o como lo denominó el Premio Nobel, Orhan Pamuk: el centro, que es
esa intuición, pensamiento o conocimiento que sirve de inspiración para la
obra.
Hay novelas tan complejas, tan
ricas, tan universales, que cuesta hallarles un solo centro, quizás porque su
riqueza radica precisamente en que tener más de uno.
Les digo todo esto porque recién
terminé de leer 100 años de soledad, de Gabriel García Márquez y en verdad que
ha sido todo un reto llegar a ese centro. Contrario a lo que esperaba, he
disfrutado inmensamente su lectura, por su cualidad bella y poética, por la
sutil sencillez en la que descansa, discreta, la complejidad que la ha
convertido en un clásico atemporal.
¿Pero qué es 100 años de soledad?
Es la historia de la estirpe centenaria de los Buendía o es una novela
costumbrista que mira al interior, a la intimidad, a la soledad de un país, sus
creencias, su idiosincrasia y su gente. La realidad es que es todo esto a la
vez y muchas más con las que he reído a carcajadas; con las que me he
maravillado, me he intrigado y además, con las que he aprendido sobre las
dicotomías de un país que -representado por Macondo y su gente- se asombra ante
un mundo que va descubriendo sin querer, y al que sin embargo renuncia una y
otra vez, por los atavismos costumbristas, culturales y sociales.
Una de mis preguntas a lo largo
de la lectura fue: ¿cuál es esa soledad a la que alude el título? No lograba
entender por qué pese a que el autor alude constantemente a la soledad de sus
personajes sentía que algo se me escapaba. A ninguno de ellos a los que califica
como solitarios parecían sufrir de la soledad tal y como la conocemos. Solo
hasta que hablé del libro con dos amigos colombianos pude empezar a entender el
tipo de soledad al que García Márquez sometía a sus personajes.
Esta forma de soledad sugiere la
incapacidad de los personajes de entender su lugar en el mundo; por lo mismo
parecen huir de sí mismos, y todo lo que va definiéndolos es resultado de esa
huida que termina por convertirlos seres frustrados, aislados e incomprendidos;
en hombres y mujeres que callan, ocultan sus sentimientos condenándose a sí
mismos a vivir en un silencio desgarrador que los destierra y expulsa del
mundo, aunque sigan estando presentes; quizás sea eso lo más doloroso.
Con todo y esto, he encontrado en
100 años de soledad una novela alegre en la que habitan la alegría, el
entusiasmo de la gente, de los afectos; un libro además lleno de hipérboles que
se transforman en ese realismo mágico que va entretejiendo la realidad de la
novela con aquello que es ficción, fantasía y leyenda dentro de este siglo en
el que asistimos al origen y fin de un pueblo, en el que parecen habitar a un
tiempo presente, pasado, tradición y pérdida.
Libro de enorme carga simbólica
que nos incita no solo a releer sino a conocer más sobre Colombia, su gente e
idiosincrasia, y sobre todo, esa tierra que Gabriel García Márquez retrata con
todo su folclor, pero también con toda su melancolía. Y es quizás esta
contradicción lo que más me haya gustado del libro.
Una novela en verdad enorme, con
uno de los personajes más memorables con que me he topado en mis lecturas.
Desde luego, me refiero al Coronel Aureliano Buendía.
Léanlo sin miedo, déjense llevar
y piérdanse en estos 100 años de guerra, de política, de luchas y enfrentamientos,
de magia y amor fraterno.
Mi recomendación es que dejen a
un lado los análisis e interpretaciones, y vuelvan a ellos más tarde, en una
segunda lectura quizás. Porque hay mucho enigma, sobre todo en las últimas
líneas de la novela, en donde lo fantástico rivaliza nuevamente con la
realidad, y confiere a la historia un significado bello y complejo.
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